Se define a la crisis de angustia o ataque de pánico como la aparición brusca de un miedo intenso que se manifiesta a través de síntomas corporales, se propaga rápidamente y tiene una duración de al menos diez minutos, durante el cual se experimenta una sensación de peligro o muerte inminente, por lo que aparece la necesidad de escapar o huir del lugar en el que se experimenta la crisis. Algunos de los síntomas característicos son palpitaciones, sudoración, temblores, falta de aliento, etc.
La esencia del pánico es precisamente su falta de relación con la amenaza. El pánico no responde a la magnitud del peligro. A veces se desencadena por causas insignificantes, circunstancias que no justifican la explosión del miedo.
Más allá de la descripción de los síntomas fenomenológicos del ataque de pánico y de su clasificación dentro de un trastorno, en el enfoque de este manual no se encuentra una explicación sobre la causa.
Es entonces cuando se hace necesario pensar este diagnóstico desde otro punto de vista, que haga posible en vez de clasificar y diagnosticar, escuchar y darle el valor particular que tiene para cada persona, este padecimiento dentro de su historia personal.
En esta época vivimos distintos sucesos de inseguridad social, incertidumbre, robos, presiones de la vida moderna, inestabilidad económica, un contexto social que se descompone fácilmente y/o sensación de soledad. La experiencia de la angustia insiste y resiste en el sujeto de nuestro tiempo.
Se vive en un estado de ansiedad generalizada, en alerta; sin embargo, bajo el mismo contexto no todos sucumben al pánico, esa es una razón para creer que habrá que escuchar cómo se pone en juego en una persona en particular. ¿Por qué ese fenómeno irrumpe en la vida de esa persona en particular?.
A través de la psicoterapia o el análisis proponemos que aunque lleguen numerosas personas a consultar por el diagnostico “ataque de pánico”, cada una de estas personas tiene una historia particular por la cual esto se ha puesto en juego, así como la forma de vivirlo y los recursos que puede desarrollar para sobrellevar su padecimiento o superarlo.
Es el saber que se elabora en el espacio de psicología, y no el aprendizaje, lo que acompañará al sujeto a franquear el límite de la angustia. No hay una receta a aplicar para extinguir el dolor. Las terapias modernas con ejercicios de relajación, programas de reducción de estrés y técnicas de autocontrol son tan prometedoras como ficticias.
El psicoanálisis o la psicoterapia tiene la posibilidad de entablar una relación verdadera con la dimensión de la angustia. Una angustia que se emite con fuerza, y no se puede aleccionar con ejercicios de adiestramiento, ni acallar con medicación.
Proponemos un tratamiento que se realiza teniendo en cuenta la relación que establece el paciente con el analista, donde se podrán desplegar las cuestiones particulares de la singularidad de cada uno, las razones que lo han llevado a consultar, su manera de pensar, vivir y sentir.