Alguna vez, ¿tuviste que ir a una reunión o fiesta a la que no tenías ganas verdaderamente de ir? ¿O te pasó qué terminaste cumpliendo un favor que te pidieron pero no estabas del todo de acuerdo?
Uno de los cambios más importantes que muchas veces nos gustaría realizar, y tanto nos cuesta, es el de cómo nos relacionamos con los demás.
La Lic. Eugenia Galandzij nos cuenta en ésta nota acerca de cómo trabajando nuestra asertividad, podemos cambiar el modo en que nos vinculamos, para poder actuar de otra manera frente a estas situaciones parecidas.
La asertividad es una habilidad social, una forma de comunicación. Es la capacidad para expresar lo que sentimos o pensamos en el momento adecuado y sin dañar al otro.
Al momento de expresar emociones, deseos o derechos, hay tres maneras de relacionarse:
- De manera pasiva. Cuando no expresamos aquello que sentimos, no somos capaces de ver o defender nuestro punto de vista.
- De manera agresiva. Imponemos nuestro punto de vista dejando de lado al otro, no hay respeto por la otra persona.
- De forma asertiva. Puede verse el punto de vista del otro, y respetarlo, aun así, si no lo compartimos. Siempre teniendo claro nuestros sentimientos y emociones.
Para el ejercicio de la asertividad es importante que siempre recuerdes los siguientes derechos:
Tenés derecho a cometer errores y luego repararlos.
Tenés derecho a decir “NO”.
Tenés derecho a decir lo que pensás de una manera que no dañe al otro.
Tenés derecho a ser escuchado y respetado.
¿Cómo puedo poner en práctica mi asertividad?
Hablando siempre en primera persona “yo pienso… yo creo”. Evitando los “no sé”, intentá que tu mensaje sea claro. Dejá los juicios de lado. Utilizá un tono de voz claro. Y siempre tené en cuenta que el objetivo principal de la comunicación asertiva es el respeto por nosotros mismos, pero también por el otro.